Cuando la Corrección Litúrgica Parece la Excepción | Parte 3 - La Liturgia de la Eucaristía17/2/2020 Tras conversar con el P. Carlos acerca de la Liturgia de la Palabra y quedarme asombrado de ver cómo me ha contado que sus homilías son fruto en gran parte de su oración, llega el momento de profundizar en el tema que más he esperado: la Liturgia de la Eucaristía. Y es que en la Misa de Gaudete en que lo vi celebrar, fue justo la consagración lo que más me impactó, por la profunda reverencia con que este buen sacerdote confecciona el sacramento. Miro mi reloj y compruebo que todavía tengo tiempo suficiente. El Padre me ha advertido que tiene que celebrar una Misa de exequias a las 8 y son apenas 7:35. La consagración [Mauricio] Pasando a la Liturgia de la Eucaristía, Padre, me llamó la atención cuando usted estaba celebrando toda la Plegaria Eucarística la forma como se inclinaba, la forma como colocaba las manos en cada momento, todo al pie de la letra de lo que el Misal va prescribiendo. No son sugerencias. Y todo tiene un sentido. Por ejemplo, en el Canon Romano (Plegaria Eucarística I), antes de la consagración dice: “…y elevando los ojos al cielo, Jesús dijo…¨ y la rúbrica indica, “el sacerdote, levantando la mirada”. Todo eso tiene un sentido. Esta celebración no es de palabra. Usted está con todo su cuerpo haciendo realidad la Cena del Señor, el memorial. Esa es la diferencia entre un memorial y un recuerdo. No recordamos algo que pasó en Jerusalén hace 2000 años. Lo recordamos para traerlo al presente y entonces participar de él. Lo que más me asombró fue el momento cumbre de la consagración. Cuando usted consagró el pan y después el vino, en el momento de la elevación sostuvo el pan y el vino consagrados por bastante tiempo. Eso me dejó admirado. ¿Por qué lo hace, Padre? Cuénteme, ¿cuál es su propósito? [P. Carlos] En un principio es un momento de intimidad con Dios. Es un momento de oración. Aunque siempre le digo lo mismo en cada Eucaristía, en cada consagración, lo que intento es vivir plenamente lo que estoy celebrando. Y también pidiéndole que cada vez me permita celebrarlo con mayor devoción. Que no me permita que nunca me acostumbre a celebrarlo, que es otro de los grandes riesgos que tiene el sacerdote. Acabar haciéndolo rutinariamente. Incluso ya sin darse cuenta. Como uno al final acaba aprendiéndose las plegarias de memoria, entonces uno puede decirlas ya, de memoria, sin darse cuenta de lo que está diciendo. Entonces, es por una parte ese dar gracias; por otra parte pedir que me ayude a tener más devoción, a jamás acostumbrarme; y también pedir por los fieles. Que también esa celebración y esa piedad que se está viviendo también les ayude a ellos a realmente vivir lo que está pasando ¿no? Porque, lo que yo pienso, siempre que consagro, es imaginarme cómo Cristo dijo esas palabras. Por la implicación que tenían. La Última Cena es anticipación del Misterio Pascual y la Santa Misa es la actualización del Misterio Pascual. O sea, la centralidad es el Misterio Pascual, el misterio de nuestra salvación. Entonces, Cristo en la Última Cena anticipa su entrega. Al decir esas palabras, le está diciendo a sus Apóstoles, les está confirmando que se va a entregar por ellos. Y entonces yo me imagino todos los sentimientos que pudieron existir en Cristo. Sentimientos humanos que pudieron existir en Cristo en ese momento: estar con sus Apóstoles a unas cuantas horas de celebrar ese Misterio Pascual… [M]…de morir en la cruz… [PC]…de realizar esa entrega total. Entonces, cuando toma el Pan y lo entrega, es Él que se está entregando. Cuando entrega el cáliz, está entregando su Sangre. Es ese vivirlo uno mismo. Por una parte, sí, yo empecé a hacerlo (sostener las especies consagradas elevadas) por intimidad, por relación con Dios, como un momento de oración, de adoración a Él. Y también que sirva a los fieles para darse cuenta de lo que se está viviendo. Porque si uno nada más eleva la hostia y la baja rápidamente y hace una genuflexión rápida, ¿qué les permites a los fieles contemplar en ese momento tan rápido? Entonces, el que me detenga, también pienso que le sirve a los fieles para darse cuenta de que es muy importante, lo más importante de la misa. Y sí, a mí también me llega a cautivar cuando normalmente tus fieles, ya sea aquí en la parroquia, las religiosas que les celebro, pero sobre todo, ver un grupo, toda la parroquia que en ese momento se escucha un absoluto silencio que puede durar varios segundos. Pero ese silencio habla mucho. Porque ese un silencio… [M] …contemplativo… [PC] …contemplativo, donde se le permite a todos los fieles que cada uno se dirija a Dios en ese momento. Sí me sirve a mí para vivirlo mejor y pienso que también le puede servir a los fieles. [M] ¡Es interesantísimo! Porque en mis conferencias siempre enfoco todo desde el punto de vista del fiel, la experiencia de Dios que es la Misa desde el punto de vista del fiel. Escuchar lo que significa para un sacerdote esta experiencia de Dios, escuchar que usted se imagina todo lo que Jesús sentía, que pudo ser miedo, anticipación, ansiedad, “Ya que me maten aunque no quiero que me maten”, la nostalgia, el “esta es la última vez”, es la despedida… [PC] …amor, mucha ternura… [M] …y el amor profundísimo, “todo lo estoy haciendo por amor”, la traición de Judas... Y usted lo siente. Y, como usted dice, el reto es no acostumbrarse. En una abrumadora cantidad de sacristías en muchos países está ese letrero, “Sacerdote de Cristo: Celebra esta Misa como si fuera tu primera misa, como si fuera tu última Misa..." [PC] "...como si fuera tu única Misa”. [M] Yo pensé en eso cuando bajó usted la hostia y luego el cáliz, la delicadeza con que los colocaba en altar. Casi con pinzas, Padre. Los tocaba usted con una reverencia, que realmente está consciente usted de quién tenía en sus manos. La genuflexión [M] Lo que más me emocionó, de veras, se me hizo un nudo en la garganta, Padre, fue su genuflexión. Porque no tocó el suelo con su rodilla y se puso de pie. Se quedó haciendo una genuflexión también por bastante tiempo. Eso me hizo recordar a los sacerdotes del Pueblo de Israel cuando entraban al Santo de los Santos con un grillete, porque si veían a Dios y se caían muertos (como era la creencia en ese tiempo), con el grillete los sacaban para nadie entrar y no caerse muerto también. Esto habla del respeto, del temor de Dios que se tenía, de la reverencia máxima. Verlo a usted adorando durante tantos segundos a Cristo presente en la hostia y en el vino consagrados, me conmovió hasta lo más profundo. Padre, ¿qué siente usted cuando está haciendo esa genuflexión? [PC] Primero, al dejar el cuerpo de Cristo en la patena después de la consagración, yo también imagino la delicadeza que implica un recién nacido. Hay sacerdotes que lo han dicho. Sobre todo, formadores: es azotar a Cristo dejarlo caer. Cristo ha querido quedarse en algo tan frágil y también que puede ser manipulado por la gente o maltratado por la gente. Y pienso en la fragilidad de un recién nacido, tan necesitado de los cuidados de sus padres y de todas las personas que lo toman en brazos. Entonces, ese es el cuidado con el que tratas a Cristo. Y lo mismo se podría decir de la Purificación. Estás ante lo sagrado. Sí, lo que pienso cada genuflexión, es como el momento de la muerte de Cristo. Ya todo se ha consumado, la redención se ha consumado –claro, falta el momento de la resurrección– pero todo el sacrificial del Hijo al Padre ya se ha realizado. Y también es un momento en el que completo la oración que estoy realizando en ese momento. [M] Dos detalles que me impresionan: primero, la delicadeza de un recién nacido. Yo siempre le he dicho a la gente en mis conferencias, “¿quieren entender en qué consiste la reverencia? La reverencia en una iglesia es lo mismo que entrar en la habitación de un niño recién nacido dormido. Esa cautela, esa expectación, esa contemplación, ese silencio con el que uno se sale, ese no hablar ni reírse. Es así, como se conduce uno en el cuarto de un recién nacido, como se debe conducir en la iglesia porque ahí está Dios morando”. Y usted, ahora que dice del niño recién nacido, hace eco con lo que yo he dicho. Segundo, usted siente, cuando está haciendo la genuflexión, que está ante el Cristo que ha muerto en la cruz por nuestra salvación. El Papa Francisco, en su última catequesis de los miércoles en que hablaba sobre la Misa (2018), decía que estar en la Misa es como estar en el Calvario. Lo que uno haría en el Calvario es lo que tiene uno que hacer en la Misa. Lo que uno no haría en el Calvario es lo que evitaría en la Misa. [PC] Por eso el Catecismo, uno de los nombres con que se refiere a la Misa, es “Santo sacrificio del altar”. El Calvario que se hace presente sobre el altar a través de la Liturgia. Conclusión [M] Yo me quedaría la vida hablando usted, P. Carlos. Qué maravillosa experiencia ha sido conocer su vivencia. Gracias por su pasión por nuestra fe, gracias por su pasión por la liturgia, gracias por encarnar a Cristo. De ahora en adelante, cuenta no solo con mi oración sino con la oración de muchas personas que van a leer esta entrevista. Porque necesitamos sacerdotes santos que nos ayuden a ser santos. En verdad, yo le voy a pedir mucho a Dios porque usted siga por ese camino para que nosotros podamos seguir ese camino a Cristo Jesús. Mil gracias, Padre. [PC] No tiene qué agradecer. __________________ Me hubiera gustado preguntar al P. Carlos también acerca de la delicada forma con que realiza la Purificación después de la comunión, pues también es de llamar la atención. Además de que es un aspecto de su forma de celebrar que también mencionó el Padre en una de sus respuestas, pero sin ahondar en él en ese momento. Pero, faltan ya 10 minutos para la hora en que el Padre debe celebrar la Misa de exequias y me parece prudente detener así nuestra conversación. Ya con más confianza, luego de haber conversado, el Padre me cuenta sobre su trabajo en la arquidiócesis y yo a él sobre una importante disposición del Papa Francisco que afectará para bien el desarrollo de los asuntos que atiende el P. Carlos. Ya de pie, junto a la fuente del claustro, seguimos conversando con el entusiasmo que suscita compartir la pasión por nuestra fe. Miro el reloj y ya son las 8:10, así que nos despedimos con un cálido apretón de manos. El Padre se dirige a la sacristía a revestirse mientras yo me dirijo a una de las bancas de la capilla para participar una vez más de una Santa Misa que acaba por ser un momento de claro encuentro con el Señor. Dios nos dé muchos sacerdotes más que se tomen con la seriedad debida el Santo Sacrificio del Altar. ¡Apasiónate por nuestra fe!
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Revista Digital "Semillas
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