Varias diócesis en Estados Unidos están consolidando o combinando parroquias en grupos de dos, tres y hasta cuatro iglesias parroquiales. La escasez de sacerdotes dificulta abarcar todas las necesidades pastorales. Sumado a esto, las diócesis enfrentan problemas financieros al disminuir las ofrendas y los diezmos, al tiempo que decae la asistencia a la santa Misa. Cerrar iglesias y consolidar parroquias pudiera ayudar a administrar los recursos y a hacer el trabajo pastoral de los sacerdotes más eficiente, pero esta medida en nada ayudará a aumentar la participación de los fieles laicos ni su asistencia a la Misa, no digamos a aumentar el número de vocaciones sacerdotales. ¿Cuál es la raíz de esta situación? Un problema de fe.
En 2019, el Centro de Investigaciones Pew reveló algo alarmante: 7 de cada 10 católicos en Estados Unidos no creen que Jesús está presente en la Eucaristía. Para ellos, el pan y el vino consagrados son meros símbolos de su presencia. A nivel local, esta falta de fe se puede palpar, domingo a domingo, en tantas iglesias que no se llenan durante las celebraciones eucarísticas. Después de la pandemia, la asistencia a la Santa Misa ha disminuido aún más. En cada Fracción del Pan, Dios Padre envía al Espíritu Santo a convertir pan y vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. Solo para quien tiene esta certeza en su mente y esta convicción en su corazón, la Santa Misa no es una obligación, sino una necesidad vital. Como advierte el Papa Francisco en su reciente carta apostólica Desiderio desideravi, sobre la Formación Litúrgica del Pueblo de Dios, “La fe cristiana, o es un encuentro vivo con Él, o no es” (núm. 10). Para los pocos que seguimos creyendo, es claro que ese encuentro vivo con Cristo lo tenemos en la Misa, a la que asistimos con cuatro fines: adorar a Dios (fin latréutico), darle gracias (fin eucarístico), pedirle por nuestras necesidades (fin impetratorio) y ofrecerle nuestra vida en sacrificio (fin propiciatorio). Para los que han dejado de asistir a Misa y aun para los que llegan a estar presentes, aunque pensando que el pan y el vino consagrados son solo eso, pan y vino y nada más, es claro que hace falta en su vida ese encuentro con un Cristo vivo al que no son capaces de percibir. ¿Qué ha provocado esta falta de fe? La proliferación de abusos litúrgicos, celebraciones superficiales, homilías que hablan de todo, menos del Evangelio —que es la Palabra Viva del Logos viviente— han contribuido, sin la menor duda. ¿Quién puede creerse que Cristo está en verdad presente cuando una Misa es celebrada de esa forma? "Los abusos (litúrgicos) «contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento». De esta forma, también se impide que puedan «los fieles revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Redemptionis Sacramentum núm. 6). Otro factor ha sido una catequesis sacramental insuficiente. Muchas catequistas no reciben una preparación minuciosa y varias de ellas ayudan como voluntarias solo durante el año que sus hijos se preparan para hacer su Primera Comunión. Es indiscutible además que la formación litúrgica de sacerdotes y laicos es deficiente, lo que ha llevado a caer en abusos litúrgicos y celebraciones superficiales que hacen difícil creerse que Cristo está en verdad ahí. Siempre existe la tentación de caer en una mundanalidad espiritual (Francisco, Evangelii gaudium núms. 93-97). “Necesitamos una seria y vital formación litúrgica. La cuestión fundamental es: ¿cómo recuperar la capacidad de vivir plenamente la acción litúrgica?” (Desiderio desideravi núm. 27). ¿Qué hacer? Tomándose esta situación a pecho, algunos obispos en Estados Unidos proclamaron en sus diócesis en 2020 un Año de la Eucaristía, en un esfuerzo por enfocarse en el Santísimo Sacramento. La pandemia del COVID-19 se interpuso y dificultó la celebración de estos jubileos locales mientras las iglesias tuvieron que ser cerradas. Pero también hubo varios sacerdotes que no se involucraron, impidiendo a sus comunidades parroquiales siquiera saber que estos jubileos se llevaban a cabo. La conferencia episcopal de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) se ha tomado a pecho el estudio del centro Pew, emprendiendo el Avivamiento Eucarístico Nacional, un movimiento para restaurar la comprensión y la devoción al gran misterio eucarístico en este país. Tiene tres fases: avivamiento diocesano, que concluye este mes; seguirá un año de avivamiento parroquial hasta julio de 2024; para continuar con un año de misión eucarística hasta Pentecostés de 2025. En Corpus Christi de 2023, da inicio la fase parroquial de avivamiento. Tiene como fin fomentar la devoción a la Eucaristía a nivel parroquial, fortaleciendo nuestra vida litúrgica mediante la celebración de la Misa, la Adoración Eucarística, misiones, recursos, predicación y movimientos orgánicos del Espíritu Santo. Su éxito depende de la gracia de Dios, pero también del compromiso de obispos, sacerdotes y fieles laicos. Se necesitan misioneros eucarísticos para esta iniciativa. Al igual que yo, tú también puedes ser uno de ellos. Puedes saber más en el sitio www.eucharisticrevival.org Al celebrar Corpus Christi, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, no perdamos el asombro por la belleza de la Eucaristía ni el hambre de saciarnos con el Pan del Cielo que contiene en sí todo deleite.
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