Estoy convencido de que una de las principales razones que han llevado a que 76 porciento de los católicos en Estados Unidos no crean en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía es la superficialidad con que se celebra la Santa Misa así como los innumerables y audaces abusos litúrgicos que han proliferado por doquier. En la actualidad, asistir a una celebración litúrgica celebrada correctamente, resulta extraño. Pareciera simple: basta con seguir todas las rúbricas del Misal al pie de la letra. Sin embargo, esto no sucede por regla general. ¿Cómo hacer que la gente crea que en verdad está Cristo presente en la Eucaristía cuando el sentido de reverencia ante lo sagrado no existe? ¿Quién se va a creer que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre de Nuestro Señor cuando sacerdotes, diáconos y ministros extraordinarios de la comunión manipulan las formas con tanta ligereza? ¿Quién se va a tomar en serio que la Misa es el sacrificio eucarístico cuando predominan las bromas en el altar y la atención se centra en los coros a los que se aplaude al final como si fueran los artistas del momento? La crisis de fe que atraviesa la Iglesia en Estados Unidos exige un sentido de reverencia y sacralidad así como la corrección litúrgica, principalmente por parte de los sacerdotes, como celebrantes del sacrificio del altar durante el cual actúan in persona Christi. Sin embargo, cuando son casi tres de cada cuatro los católicos que no creen en la Presencia Real en este país, no sorpenderá aceptar que entre estos, se encuentran también presbíteros y diáconos, que de memoria sabrán recitar todos los dogmas eucarísticos, pero que en su mente no le creen a Cristo cuando dice, “Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre”. Estando de viaje en México para la Navidades, como hago cada año, me llevé una gran y grata sorpresa el tercer domingo de Adviento, el de Gaudete. Por primera vez en mi vida, asistí a una parroquia muy cercana a la casa donde crecí. Mis papás llevan poco tiempo asistiendo a Misa en este lugar y mi papá me comentó que me encantaría. Le creí y asistí a misa gustoso. Me llamó la atención el sacerdote al acercarse al altar en la procesión de entrada. Al ver su actitud, concentrado en el altar y no en saludar a los fieles, intuí que se tomaba la Misa en serio. Estuve en lo cierto. Llamó mi atención la forma de incensar el altar, el crucifijo (tres veces), la imagen de la Virgen (dos veces) y del santo patrono (dos veces). Pude observar cómo las moniciones no se leyeron desde el ambón, sino desde un atril separado cual debe ser. La homilía puntual y precisa. La plegaria eucarística me cautivó. La reverencia del sacerdote era notoria y llegaría a su máxima expresión en el momento de la consagración. El celebrante elevó primero la hostia y después el cáliz consagrados y los sostuvo elevados por varios segundos. Se podía percibir el silencio contemplativo de los fieles que ante la aparente inacción, dirigían su atención a la hostia y al cáliz que el sacerdote sostenía con suma reverencia. Me conmovió la delicadeza con la que el padre bajaba la hostia y la colocaba en la patena, con sumo cuidado, como si se le pudiera romper en las manos. Era claro que sabía y sentía que tenía en sus manos no a otro sino a Cristo mismo, realidad que corroboró en las sendas genuflexiones posteriores a las elevaciones. El padre no solo tocó el suelo con la rodilla y se puso de pie al instante. Por el contrario, permaneció en adoración, rodilla al suelo, por varios segundos. Esta reverencia del sacerdote ante el Santísimo que se había hecho presente en sus manos por el poder del Espíritu Santo enviado por el Padre Celestial me provocó un nudo en la garganta. Después de la comunión pude observar por igual el sumo cuidado con el que el padre realizaba la purificación, lo que me hizo dar cuenta de que no quería tomar riesgo alguno de que ninguna partícula del cuerpo o de la sangre de Nuestro Señor fuera salpicada o derramada. Esta resultó la segunda Misa celebrada correctamente de principio a fin, sin errores ni abusos litúrgicos, en que he estado presente en Estados Unidos y en México en más de 10 años. No es que sea yo un crítico litúrgico, que cual crítico de cine, se fija deliberadamente en los pormenores más insignificantes de la Santa Misa para luego comentarlos. Sucede inevitablemente que, a fuerza de hablar y escribir por tantos años en mi apostolado en los medios de comunicación acerca de la Sagrada Liturgia y también de los abusos litúrgicos, que he desarrollado un instinto para seguir inconscientemente las rúbricas del Misal y notar cuando se comete algún error o algún abuso litúrgico. Es como el instinto que he desarrollado como editor de una revista católica para identificar al instante errores de mecanografía, ortografía o redacción. Cada mes debo realizar una revisión exhaustiva de los artículos antes de que la revista sea enviada a la imprenta y a fuerza de revisar tan meticulosamente por tanto tiempo, suelo notar este tipo de errores en cualquier publicación que tenga en mis manos aun cuando no esté concentrado en cazar errores sino en el contenido que estoy leyendo. De la misma forma, fui percatándome de que el sacerdote cumplía al pie de la letra cada una de las rúbricas del misal, incluyendo las posturas de las manos, las inclinaciones corporales -tan omitidas por muchos sacerdotes- durante la plegaria eucarística y los silencios sagrados tras las lecturas, la homilía y la comunión. ¡Sí! El órgano y el cantor guardaron silencio tras la comunión... aunque usted no lo crea. Ciertamente que no me interesa la ortodoxia litúrgica por el afán de cumplir con las rúbricas y las normas de la Instrucción General del Misal Romano. Eso sería farisaico y superficial. Más bien, mi interés y pasión por formar a los fieles para la corrección litúrgica consiste en salvaguardar la sacralidad de los misterios sagrados que suceden en el altar durante la celebración de la Santa Misa. Ciertamente, la celebración impecable de esta Misa ayudó a que la liturgia fuera una verdadera experiencia de Dios. Acabada la Misa me acerqué al sacerdote. Me presenté y le di las gracias por la Eucaristía, además de felicitarlo por la liturgia impecable que había celebrado. Le pedí una entrevista para conversar sobre este tema y amablemente me la concedió. Volví esa semana por la noche y sostuve con el P. Carlos una exquisita conversación en una banca al aire libre, ahondando sobre cada uno de los aspectos que me llamaron la atención en aquella Misa. No me interesaba preguntarle al sacerdote por qué se debe celebrar la Misa correctamente. Más bien, quería escudriñar en su interior y conocer los sentimientos que brotan en el corazón de un sacerdote que se toma tan en serio la Santa Misa, al momento de celebrarla. Y es que, cada vez que dicto mi conferencia A la mesa del Señor, comprendiendo la Santa Misa, hago enfásis en la forma como la celebración eucarística debe ser una experiencia de Dios para cada uno de los fieles, que participan activamente desde su banca, pero nunca había reparado en la experiencia de Dios que es la Eucaristía para el sacerdote que la celebra. Era esta la mejor oportunidad de reflexionar sobre este aspecto, de la mano de un sacerdote mismo. Le propuse al P. Carlos grabar la entrevista en video para mi canal en YouTube, o en audio para mi programa de radio Semillas para la vida. Prefirió que lo hiciera de forma escrita. Cada respuesta que el padre me dio amerita un artículo independiente. Así, comenzaré a transcribir cada respuesta que el P. Carlos compartió conmigo y a hacer un comentario propio en una serie de artículos que, sin duda, serán de mucho provecho para todos aquellos que saben que la Santa Misa es la experiencia de Dios por excelencia. ¡Apasiónate por nuestra fe! _____________________ © Seminans Media & Faith Formation Todos los derechos reservados. Este artículo puede ser publicado en otros medios impresos o digitales únicamente con el permiso expreso del autor., el cual puede solicitar dirigiéndose a [email protected]
10 Comentarios
Mauricio Díaz
18/1/2020 04:34:43 pm
Muy acertado señor Mauricio Pérez, estos temas que nos sugiere. La Eucaristía y la importancia debida a tan Sacrosanto momento. Gracias por compartir su experiencia.🙏Dios inspire siempre lo que nos enseña.
Responder
Rosario Vazquez
18/1/2020 07:41:39 pm
Muchas gracias, ¡ya estaba esperando este momento! La entrevista será algo excepcional.
Responder
Evaa de Rosas Reyes
18/1/2020 07:43:12 pm
Muchas gracias!!
Responder
Julián Ayala Ramírez
18/1/2020 07:43:57 pm
Dios lo ama y yo también
Responder
Ricardo Perez
18/1/2020 07:45:04 pm
Hermano Mauricio todos estamos con ancia de escuchar!! Bendiciones!!
Responder
Milly Gómez
18/1/2020 07:46:19 pm
Si solo de leerlo me conmovió ya me imagino vivir la Santa Misa con este Sacerdote
Responder
Amelia de Santiago
18/1/2020 07:46:57 pm
Gracias, esperaré la siguiente publicación.
Responder
Martha Dávila
18/1/2020 07:47:32 pm
Gracias, muchas gracias!!!
Responder
Magdalena Arroyo
18/1/2020 07:48:11 pm
Gracias espero con mucho interés su entrevista
Responder
Edo Fandub!
20/1/2020 02:26:27 pm
estaré esperando las preguntas!
Responder
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Revista Digital "Semillas
|