Sentados en la banca al aire libre en el claustro de la iglesia, bajo la noche templada, continúo mi conversación con el P. Carlos. Mi primera pregunta sobre el incienso ayuda también a que aumente la confianza, tanto para preguntar, como para responder. Como ya he explicado, mi interés al conducir esta entrevista es explorar el corazón de un sacerdote que celebra la Santa Misa con tal devoción e impecabilidad. Tras conversar con el Padre acerca de la importancia del incienso en la Santa Misa, lo invito a escudriñar en su interior con estas preguntas acerca de la Liturgia de la Palabra: [Mauricio] Padre, en el momento de las Lecturas, cuando usted está sentado escuchando antes de proclamar el Evangelio y escucha la Palabra de Dios que fue anunciada por patriarcas o por profetas o por reyes o por apóstoles en su momento, ¿qué pasa por su mente mientras está sentado en su silla? [P. Carlos] Lo que pienso es que Dios en ese momento está dirigiendo una Palabra, primero, en general a todos los asistentes. Es la Iglesia la que, como Madre, ha establecido una serie de lecturas para que el pueblo se alimente. Pero pienso que también, en ese momento, a cada uno, Dios nos interpela de una manera particular. La Palabra de Dios apela a cada uno. Entonces, también en ese momento no solamente es el oír, sino escuchar lo que Dios me quiere decir a mí en cada momento. Y es también lo que le suelo predicar a la gente. El sacerdote, en la homilía, piensa en sus destinatarios, piensa en sus fieles y les busca dar un mensaje. Pero en ese mensaje que el sacerdote da, no se agota toda la riqueza de la palabra de Dios. Una palabra que nos está hablando a cada uno de nosotros y que Dios también, a través de ella, algo nos quiere decir a cada uno de nosotros en particular. Entonces, es no solamente pensar en lo que yo le voy a decir a los fieles, sino también en qué es lo que Dios me quiere decir en ese momento y enriquecerme de la palabra de Dios que siempre nos dice algo nuevo. Un riesgo que muchas veces existe cuando uno asiste a Misa frecuentemente, más cuando uno asiste a Misa diario, es que ya después de los tres ciclos litúrgicos ya conozca uno todas las lecturas. Y cuando descubre que esa lectura ya es conocida, desconectarse. Siendo que, en realidad, Dios siempre nos sorprende y nos da algo nuevo en cada Eucaristía y en función de nuestras circunstancias. También es un diálogo y una relación personal la que Dios quiere establecer con nosotros en ese momento. Es también Dios que nos va acompañando a través de su palabra. Y es por eso que la misma liturgia, en una de las invitaciones, es a alimentarnos al inicio de la misa, en el saludo inicial, uno de los saludos habla de alimentarnos de la palabra y del cuerpo de Cristo. O sea, la liturgia habla de la Palabra de Dios como un alimento, como un verdadero alimento para la vida del hombre. [M.] No solo de pan vive el hombre, sino también… [P. C.]…de toda palabra que sale de la boca de Dios. [M.] Me llamó mucho la atención en esta Misa a la que asistí que la mesa de la Palabra, que es el ambón, este lugar elevado, el ambone en griego, el lugar desde donde habla Dios, por eso está elevado, se usó exclusivamente para lo que se tiene que usar el ambón: para las Lecturas, para el Evangelio, para la homilía y para la Plegaria Universal. Las moniciones se hicieron desde un atril separado . Y es que la mesa desde donde se nos sirve la palabra de Dios, es una mesa tan consagrada como el altar en que se ofrece el pan eucarístico. Es algo que he enfatizado mucho y por eso me llamó la atención que su celebración litúrgica se hiciera de esta forma. Me llama la atención también: ¨Dios nos sorprende cada vez¨, algo que usted nos dijo, Padre, ¨Dios nos sorprende con su Palabra¨. Es un diálogo. No vamos a oír, solo a escuchar, también vamos a responder. De ahí que sea un diálogo interactivo, que le respondamos a Dios con un salmo cuyo tema es el mismo de la Primera Lectura, para darle respuesta a Dios con su misma Palabra, porque la nuestra sería limitada. Y así es que se empieza a formar ya esta experiencia de Dios que es la Santa Misa. No voy como espectador. Voy a participar en un diálogo con mi Padre. ¿Cierto? [P. C.] Sí. Y además también la propia Liturgia tiene una estructura. La Liturgia de la Palabra tiene una estructura. Como bien dice, el Salmo es el hombre que responde a la Palabra que Dios le entrega, con la misma Palabra de Dios, tomada principalmente de los Salmos, en algunas otras ocasiones de otros libros sapienciales. Pero es un diálogo continuo entre Dios y su pueblo. [M.] Así es. [P. C.] Y luego también los domingos y días de fiesta, también la Primera Lectura está relacionada con el Evangelio, para ver cómo en la persona de Cristo se cumplen todas las profecías y todo el cumplimiento de todo cuanto Dios le ha comunicado a su Pueblo. Y se da en plenitud todas las enseñanzas que Dios fue dando a su pueblo para irlo formando. [M.] Cuando usted en la sacristía se revistió y se puso su alba, su cíngulo, su estola y su casulla, a partir de ese momento le presta su cuerpo, sus manos, su boca a Cristo Jesús. [P. C.] Claro. [M.] ¿Siente alguna vez o ha sentido el peso o le ha estremecido el tener que proclamar el Evangelio en nombre de Jesús? ¿Qué siente usted cuando está en el ambón proclamando el Evangelio? No solamente en el Evangelio. Durante toda la Misa. Sabes que la gente no viene a verte a ti, la gente no viene a escucharte a ti. Uno, en ese momento, representa a Cristo y lo que debe fomentar es que la gente se encuentre con Cristo. No que uno esté pensando en buscar protagonismo. Que –lo he comentado en otras ocasiones– es un riesgo que puede tener el sacerdote y que lo he visto en algunos hermanos sacerdotes. Buscar un protagonismo o buscar llenar iglesias o buscar divertir a la gente en la iglesia, siendo que, en realidad, partiendo también de ese encuentro personal que uno ha tenido con Cristo, que es fruto de la oración, porque en gran medida lo que uno predica es fruto de su oración y es fruto de su encuentro personal que ha tenido con Cristo, ayudar a los fieles en ese caminar que llevamos hacia el Cielo y a ese encuentro con Cristo. A partir de la experiencia y a partir de la preparación que uno ha tenido de esa homilía pensando en sus fieles, pensando en su contexto y en sus circunstancias, y a partir de la propia experiencia, ¿cómo pueden ellos vivir la Palabra de Dios? Porque, algo que se nos enseña en el seminario es: la homilía no es una exégesis de la Palabra de Dios. O sea, no se va a explicar la Palabra de Dios. Eso se puede hacer en otros contextos, se puede hacer en un contexto académico, se puede hacer en un curso de Biblia en la parroquia o lo que sea. En realidad, en la homilía lo que uno busca es ayudar a que los fieles vivan la Palabra de Dios en un aspecto determinado. Por eso no se puede agotar toda la Palabra que nos ofrece la liturgia en ese día. [M.] No nos la vamos a acabar en toda la vida. [P. C.] El sacerdote se centra en algo y eso se lo comparte, se lo trasmite a los fieles. Por eso todas las homilías pueden ser muy diversas. Aunque a veces en ciertas conferencias episcopales o en ciertas diócesis se busca dar orientaciones para la misa dominical, en realidad la riqueza que puede dar la Palabra de Dios es inmensa. [M.] Sí. Me llamó mucho la atención que dice usted que su predicación es el fruto de su oración. Nadie da lo que no tiene. Eso es un hecho. Eso siempre lo he insistido. Cuando vemos, lamentablemente, homilías que se centran en el partido de futbol americano, que se centran en un cuento ajeno –Algo muy típico allá (en EE.UU.), Padre, es que terminando el Evangelio, el padre empieza la homilía contándonos un cuento y predica sobre el cuento que nos contó y no sobre el Evangelio–. Nadie da lo que no tiene. Qué importante es que un sacerdote tenga una vida de intimidad con el Señor, porque es entonces lo que va a venir a darnos, en su Nombre, cada vez que predica en su Nombre en la Santa Misa. ________ Esta fascinante conversación continuará en la siguiente entrega, donde abordaremos el momento central de la Santa Misa: la Plegaria Eucarística y la Consagración, que fueran para mí, los momentos más sobrecogedores de las Eucaristías celebradas por el P. Carlos en las que pude participar. Nuestra charla continuará con las siguientes preguntas: -¿Por qué sostiene la hostia y el cáliz consagrados por tanto tiempo durante la consagración? -¿Por qué sus genuflexiones tras las elevaciones son, por igual, prolongadas? -¿Qué siente usted cuando está haciendo esas genuflexiones? El P. Carlos nos abrirá su corazón y nos revelará todo lo que pasa por su mente y su corazón cada vez que celebra el Santo Sacrificio del Altar. ¡Apasiónate por nuestra fe!
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