Parte 3 de 3: Cuando la envidia nos vuelve jueces implacables de Dios y de nuestro hermano
En las dos columnas anteriores reflexionamos acerca del proceso de la perdición que desarrolla Jesús a través del hijo pródigo y del proceso del perdón divino a través del padre misericordioso. (Lucas 15,11-24) En esta reflexión final, revisaremos la actitud del hermano mayor, que reacciona con disgusto ante su padre y sin misericordia ante su hermano. “Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la música y las danzas. Llamó entonces a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él respondió: ‘Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.’ Él se llenó de ira y no quería entrar. Salió su padre y le rogó que entrase.” (25-28) En vez de la misericordia que hizo reaccionar a su padre con todo su ser y que permitió a su hermano arrepentido recuperar la dignidad, el mayor reacciona “llenándose de ira”. Este sentimiento contrasta el del padre, conmovido desde sus entrañas, ese rehem (seno materno) de donde procede la rehemim (misericordia). En el Antiguo Testamento, la ira reside en la nariz. Una persona furiosa se delata en su respirar violento. Al llenar de ira al hermano mayor en su relato, Jesús da a entender que reaccionó furioso y con gran violencia. En el caso del hermano mayor, la ira marca la resistencia frente al padre y la envidia contra el hermano. Esta rabia se parte en dos trayectorias llenas de veneno. Por una parte, no entiende a su padre. Por otra, manifiesta dureza, un trato soez y un tono ofensivo hacia su hermano. Ira contra su padre “Pero él replicó a su padre: ‘Hace muchos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya. Sin embargo, nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos.’” (29) Esta ira surge de la incomprensión ante el comportamiento del padre, que le parece injusto y escandaloso. Se convierte en acusador y su padre misericordioso en acusado. Se siente tan bueno que se cree capaz de juzgar no solo a su hermano, sino también a su padre. Ira contra su hermano “Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado.’” (30) La ira es muy peligrosa. Conduce a riñas y peleas; divide a los hombres y puede acabar en acciones sangrientas. Es notable el sitio de donde vuelve a casa el hermano mayor: el campo. Esta ira y este campo evocan forzosamente la ira que sintió en el campo Caín cuando Dios acogió la ofrenda de su hermano Abel. Un hermano que monta en cólera contra su hermano en el campo al grado de matarlo, movido únicamente por la envidia. La envidia consiste en la tristeza por el bien ajeno. Todos los bienes de su padre son suyos, pero se muere de envidia al ver que mata el mejor novillo para su hermano. La misericordia del padre se impone “Pero él replicó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.’” (31-32) El hijo pródigo ha vuelto a casa arrepentido. El hijo bueno se ha alejado, movido por la envidia. Padre misericordioso, nunca permitas que nos sintamos tan buenos hijos tuyos, que la soberbia nos ciegue y nos llene de envidia ante tu infinita misericordia que derramas sobre nuestros hermanos. ¡Apasiónate por nuestra fe!
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Revista Digital "Semillas
|