Parte 1 de 3: Los procesos de la perdición y de la conversión
El Evangelio según Sn. Lucas es conocido como “el evangelio de la misericordia”. En él se expresa la misericordia de Dios de una forma bella y elocuente. Basta ver las parábolas de la misericordia que contiene. Una de ellas es un tratado completo sobre la misericordia. Jesús desarrolla los procesos de la perdición, la conversión, el perdón misericordioso de Dios y la envidia que impide ser misericordioso con quien ha fallado, pero se ha arrepentido. Se trata de la parábola del padre misericordioso (que algunos llaman parábola del hijo pródigo). Qué mejor ocasión que este Jubileo Extraordinario de la Misericordia para estudiar esta parábola y reflexionar sobre ella. En este y los siguientes dos artículos de Semillas de la Palabra reflexionaremos sobre cada uno de los personajes de la historia. Comencemos por el hijo pródigo, su caída y su conversión. El proceso de la perdición “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.’ Y el padre les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.” (Lucas 15,11-13) Era la costumbre que el primogénito pidiera su herencia, no el hijo menor. Al pedir la herencia, el hijo pródigo rompe con sus costumbres y con sus leyes. Con su herencia se marcha, abandonando con ello su familia, su hogar, su patria, su cultura. Pierde así su identidad. Deja de ser quien era. Por si fuera poco, se marcha a un país lejano. Es decir, a un país pagano, donde ya no se cree en Dios. Sin padre, sin patria, sin cultura, sin Dios y sin identidad, este muchacho depende solo de su dinero. Y hasta eso pierde malgastándolo como un libertino. “Cuando se lo había gastado todo, sobrevino una hambruna extrema y comenzó a pasar necesidad. Se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pues nadie le daba nada.” (14-16) A este muchacho, que hasta el dinero había perdido, le queda solo su dignidad. ¡Y la pierde! Buscando cómo sobrevivir se ve forzado a alimentar a los cerdos, que eran considerados por los judíos los animales más impuros. Más bajo no podía caer. Había tocado fondo. Habiendo perdido todo, comienza su proceso de conversión, que Jesús desarrolla paso a paso: El proceso de la conversión “Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino, iré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, partió hacia su padre.” (17-20) El muchacho interioriza, acepta y reconoce que ha pecado contra su padre y contra Dios. Se da cuenta de que dejó de ser quien realmente debía ser. Descubre lo que ha perdido y se siente arrepentido. Hace un propósito de enmienda, decidiendo volver a su padre. Decide pedir perdón a su padre y también a Dios. Y lo más importante, no se queda en una buena intención, sino que actúa, se pone en pie y vuelve a casa. Cada paso de este proceso de conversión que desarrolla Jesús es imprescindible para ser merecedores de la misericordia del Padre. En el próximo número reflexionaremos sobre el detallado proceso de la misericordia que desarrolla Jesús en esta parábola. ¡Apasiónate por nuestra fe!
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